En la sociedad primitiva 6/7

De la Primera parte del libro Sexo y represión en la sociedad primitiva

Branislaw Malinowski

Capítulo 7
La sexualidad en la última etapa de la infancia

Pasamos ahora al problema de la vida sexual en el tercer periodo, la niñez tardía, como podríamos llamarla, que acaba la etapa de juego y el movimiento libres, y se extiende desde los cinco o seis años hasta la pubertad.

Malinowski en Melanesia 6

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Pero si quedara alguna duda acerca de esta diferencia entre las clases y acerca de su causa, se disiparía al observar lo que ocurre en la Melanesia. Aquí los hechos son ciertamente distintos de los que encontramos en nuestras clases educadas. Como señalamos en el capítulo 5, las tempranas indecencias sexuales, los juegos e intereses clandestinos están ausentes. En realidad, se podría decir que para estos niños las categorías decente-indecente, puro-impuro no existen. Las mismas razones por las cuales esta distinción es más débil y menso importante entre nuestros campesinos que entre nuestros burgueses, actúan en forma aún más intensa y directa entre los melanesios. En Melanesia no existe el tabú sobre el sexo en general; las funciones naturales no se encubren, y menos aún en el caso de un niño. Si consideramos que estos niños corretean desnudos, que sus funciones excretoras son tratadas de manera franca y natural, que no existe un tabú sobre la desnudez en general, y de que muy pronto constituirá para ellos un placer, igual que otros juegos infantiles, vemos entonces que son los factores sociales más que los biológicos los que dan cuenta de la diferencia entre las dos sociedades.

La etapa que esto describiendo en la Melanesia -la que corresponde a nuestro periodo de latencia- se caracteriza por la independencia infantil: los niños y las niñas juegan juntos formando una especie de república juvenil. Uno de sus intereses principales está constituido por los pasatiempos sexuales. A temprana edad, los niños se inician mutuamente -a veces lo hace un compañero ligeramente mayor- en las prácticas sexuales. Naturalmente, en esta etapa no pueden llevar a cabo el acto correctamente, pero se contentan con toda clase de juegos en los que sus mayores les dan plena libertad y así pueden satisfacer su curiosidad y su sensualidad directamente y sin disimulos.

No hay duda de que el interés dominante en tales juegos es el que Freud llamaría “genital”, que esos juegos están gran parte determinados por el deseo de imitar los actos e intereses de los niños mayores y de los adultos, y que este periodo falta casi por completo en la vida de los niños europeos de las clases superiores, y que solo existe escasamente entre campesinos y proletariados. Al hablar de esas diversiones, los nativos las denominan “diversiones copulativas” (mwaygini kwayta). O si no, se dice que están jugando al matrimonio.

No hay que imaginar que todos los juegos son de carácter sexual. Muchos no se prestan a ello en absoluto. Pero en algunos pasatiempos en particular el sexo desempeña un papel predominante. A los niños melanesios les encanta “jugar al marido y la mujer”. Un varón y una niña construyen un pequeños refugio y lo llaman su casa; allí fingen asumir las funciones de marido y mujer, y entre ellas por supuesto la más importante, la de las relaciones sexuales. Otras veces, un grupo de niños sale de picnic u allí el entretenimiento consiste en comer, luchar y hacer el amor. O llevan a cabo un ceremonial mímico de intercambio comercial, que termina en actividades sexuales. El solo placer sensual no parece satisfacerlos; en los juegos más elaborados debe combinarse con algún interés romántico e imaginativo.

Un punto muy importante acerca de la sexualidad infantil es la actitud que adopta la generación de los mayores. Como dije antes, los padres no la consideran reprensible en los más mínimo y generalmente la aceptan como cosa resuelta. Cuanto más, comentan jocosamente entres ellos las tragedias y comedias de amor del mundo infantil. Nunca se les ocurrirá interferir o fruncir el ceño en desesperación debida, es decir, no realicen sus juegos amorosos en la casa, sino en algún lugar apartado de la espesura.

Pero lo más importante es que los niños quedan enteramente libres en sus asuntos amorosos. No solo no hay interferencias de los padres, sino que es muy raro que ocurra, si es que ocurre alguna vez, que un hombre o una mujer adultos sientan una inclinación sexual perversa por los niños, y por supuesto no se los vería nunca participando en los juegos con ese rol. La violación de niños es desconocida, y una persona que jugara sexualmente con un niño sería considerada ridícula y repugnante.

Un rasgo de extrema importancia en las relaciones sexuales de los niños es el tabú entre hermano y hermana, ya mencionado. Desde temprana edad, cuando la niña se pone por primera vez su falta de hierba, los hermanos y hermanas de una  misma madre deben separarse, en obediencia al estricto tabú que prescribe que entre ellos no habrá relaciones íntimas. Aun antes, desde que empiezan a caminar, juegan en grupos distintos. Más tarde, nunca mantienen juntos una libre relación social y, sobre todo, no debe nunca existir ni la  más leve sospecha de que uno de ellos se interese en los asuntos amorosos del otro. Aunque hay relativa libertad en el juego y el lenguaje de los niños, ni siquiera un varón muy pequeño asociaría el sexo con sus hermanas, y menos aún haría alusiones o bromas sexuales en su presencia. Tal actitud perdura durante toda la vida, y es una prueba de pésimo gusto hablarle a un hermano de los asuntos amorosos de la hermanas y viceversa. La imposición de este ta´bu conduce a una temprana disolución de la vida familiar, pues los varones y las niñas, con el fin de evitarse mutuamente, deben dejar la casa paterna e ir a otra parte. Todo esto nos permite captar la enorme diferencia que existe entre nosotros y los melanesios en materia de sexualidad juvenil en la última etapa de la infancia. Mientras que entre nosotros, en las clases educadas, se produce en este época una interrupción de la sexualidad y un periodo de latencia con amnesia, en Melanesia el comienzo sumamente temprano del interés genital conduce a un tipo de sexualidad enteramente desconocido entre nosotros. A partir de este momento la sexualidad de los melanesios se desarrolla en forma continua y gradual, hasta alcanzar la pubertad. A condición de que un tabú sea respetado de la manera más adecuada y estricta, la sociedad otorga plena libertad a la sexualidad juvenil.