El valor de la muerte

de Cold Mountain

La escena anterior pone de manifiesto la inutilidad de una muerte. El propio miedo a la muerte, el pensar que ese psicópata montado en su caballo puede cambiar de opinión y convertirse en una persona sensata (amante de la vida, respetuoso con las circunstancias personales, …) o cualquier otra inserción mental introducida y condicionada por esta cultura judeocristiana milenaria, éstas y otras cuestiones nos pueden dejar indefensos ante una situación como ésta.

En un caso más cercano, en nuestra propia muerte y con nuestras circunstancias normales, podemos enfrentarnos a la muerte de un modo condicionado (dirigido por un miedo ilusorio judeocristiano, como un fantasma del que hay que huir) o libremente desde un sentimiento Awe. Ésta es una palabra inglesa cuya traducción no parece fácil. Viene a significar algo parecido a respeto sagrado, miedo sagrado, temor reverencial, es decir, un miedo racional ante lo desconocido, lo sobrenatural. Antes de morir no sabemos adónde vamos, es natural sentir awe.

Desde ahí, podríamos encontrar una utilidad al último hecho de nuestra vida, a nuestra muerte. Alejados de ese miedo inculcado, podríamos manifestar una valentía natural en ese preciso momento que, visto desde fuera, pueda infundir en los demás esa misma valentía ante la muerte, y de ahí poder sentir la necesidad de expresar esa valentia en el vivir cotidiano.

Vista en el otro, esa valentía actúa como espejo donde podemos mirarnos para definir lo que vendría a significar la dignidad de la vida, la dignidad de la existencia, el derecho de nacimiento a vivir en plenitud. Parece claro que si este sentimiento lo hubiera tenido el viejo de la escena anterior, antes de morir habría dicho algo parecido a esto: «Vale, yo voy a morir, pero tú te vienes conmigo».

Extrapolando esta situación, si este sentimiento estuviera lo suficientemente extendido, el tipo feo del caballo se sentiría cuanto menos un poquito menos seguro. Es más, quizá ni siquiera habría cobardes como esos, que utilizan el poder ilusorio transferido por las Autoridades, un poder que no se ajusta a la ética gaiana.

Quizás una muerte awe nos llevara a una sociedad más animista.

Quizás asumir una muerte awe pueda ser uno de los elementos a tener en cuenta en el camino de alineación con la naturaleza, con Gaia, con nuestra madre que nos sostiene.

Un último apunte: si los canallas (que van montados en caballos, que llevan armas para matar, que no tienen ningún inconveniente ético en utilizarlas, que no tienen compromiso alguno con la vida, sino que van en contra de la vida misma) supieran que tienen delante a un animal humano con un sentimiento profundo de muerte awe o muerte heroica, imagino que sabrían que son ellos los verdaderos objetivos de la propia muerte, imagino también que sabrían que las Autoridades no son un sostén al que acudir e imagino además que sabrían que tienen el tiempo contado. ¡Conocerían una ley natural!

JM