En el mismo momento que se asume la iniciación, ese proceso excitante de sentirse vivo, independiente, creativo y único, se instala en uno la maestría, el inicio de la maestría, la maestría iniciándose. Realmente una cosa trae a la otra, son irremediablemente lo mismo.
La iniciación observa su existencia cuando se asume la responsabilidad de la maestría. No es un proceso que termine, simplemente se sabe que ha comenzado o que siempre estuvo ahí. Si no somos capaces de aceptar la maestría −al ritmo que se produzca sin un patrón al que sujetarse−, esa sensación que tenemos de que las cosas van cambiando a mejor, de que «ya sé» lo que quiero en la vida, realmente no llega a cristalizar en un proceso intenso que nos posibilite el despegue anunciado.
Para mí, no podemos cristalizarnos sin reconocernos en la maestría, cada uno a su modo, desde su punto de vista, con el despliegue de nuestros talentos únicos. No podemos exigir la maestría del otro sin asumir la nuestra. De lo contrario, esto supone una delegación de nuestra responsabilidad de vivir y una carga indebida hacia quien miramos como maestro. Nadie que sienta la verdadera maestría (y no la fantástica maestría) aceptaría jamás este vínculo viciado, desviado. No necesitamos autodefinidos maestros que no se sientan iniciados, aprendiendo cada día desde su punto de vista y observando con placer la iniciación de los demás, sin sentirse más los unos que los otros. No hay jerarquía, eso pertenece a la otra narrativa, a la del malvado Demiurgo que exige obediencia incondicional, exige que nos pongamos una venda en los ojos y que no asumamos ninguna responsabilidad. No nos deja que disfrutemos de la responsabilidad de vivir en todo nuestro esplendor, nos limita desde el mismo momento que oímos hablar de él.
¿Dónde estoy cuando miro al maestro sin asumir mi maestría? ¿Qué maestro quiere estar rodeado de gente que no se sienta como él? ¿No sería una existencia en soledad? ¿Qué héroe asume la defensa de su gente sin sentirse rodeado de otros héroes? ¿A qué héroe le gusta morir en soledad?
JM