Nos hemos encontrado con un juego en el que se afloja esa manía de ejercer nuestro ego, se diluye eso que siempre hemos usado para situarnos dentro de la macabra historia del jcibu que tanto nos condiciona, esa historia fea que sin apreciarlo nos maneja y decide por nosotros el cómo vivir nuestra propia vida.
Hemos practicado el juego de los infinitivos y ha resultado de lo más divertido y regenerador, y hemos comprobado que nos acerca al otro y que nos comunica sin las cargas adquiridas con las que normalmente nos expresamos, sin ese lastre que le ponemos a las palabra y que nos separa de los demás.
El juego consiste en usar la forma verbal del infinitivo en lugar de cualquier otra. Así, si quiero decir «Me gusta la cerveza», diríamos «Mi gustar la cerveza», «Gustar la cerveza» o «Gustar cerveza».
Además hemos visto que cuando no usamos adjetivos el juego se pone más interesante. En lugar de decir «Ese bosque es bonito», diríamos simplemente «Ese bosque ser», recibiendo un impacto corporal de la totalidad del bosque. Nuestra percepción del bosque cambia, toma un matiz nuevo para nosotros, nos trae información holística del bosque.
En lugar de adjetivarnos diciendo que somos de un modo u otro, entrando en un ejercicio descriptivo de nosotros mismos un tanto peligroso y muchas veces sin salida, proponemos decir simplemente «Afrontar que ser», como un intento de darnos cuenta de que somos, de que «ser», simplemente ser.
JM
18 de Mahakali’16