«Hace mucho tiempo, en Sumeria, en Mesopotamia, en Egipto y en Grecia, no existían burdeles ni prostíbulos. Existían en su lugar losTemplos de las Prostitutas Sagradas. En dichos templos, los hombres eran purificados y no mancillados, se restauraba la moralidad en lugar de profanarla, y la sexualidad no estaba pervertida, sino que era sagrada.
«La prostituta original era una sacerdotisa, el conducto a lo divino, aquella a través de cuyo cuerpo uno entraba en la plaza sagrada y era restaurado. Los guerreros y los soldados, mancillados por los combates del mundo de los hombres, acudían a la prostituta sagrada, la Quedishtu, que significa la «no contaminada», para ser purificados y unidos de nuevo a los dioses.
«La guerra se veía como algo que separaba a los dioses de los hombres, y uno tenía que volverse a conectar para ser capaz de entrar de nuevo en la sociedad. el cuerpo y el acto sexual eran los medios para volver a entrar.
«Hasta la época de los sacerdotes, las mujeres eran una puerta hacia lo divino. Si los sacerdotes deseaban interponerse entre el pueblo y lo divino, tenían que apartar a las mujeres de aquella función.
«Así pues, no se trataba de que la sexualidad fuese considerada originalmente pecaminosa en sí misma, o de que la sexualidad de las mujeres amenazase la propiedad y la descendencia; se trataba de que, para obtener poder, los sacerdotes tenían que reemplazar a las mujeres como camino hacia lo divino.
«Las mujeres han sido el vínculo esencial de los tres mundos. Vinimos al mundo a través de la madre; a través de los ritos de Deméter e Isis entrábamos en el mundo subterráneo y a través de la prostituta sagrada llegábamos a lo divino. El acceso era personal e incondicional.
«No nos preocupa aquí la supresión de ciertos ritos, sino más bien la privación de la conciencia implícita en esta supresión. Cesaron todas las prácticas que veneraban la vía femenina. Fueron suprimidos los misterios eléusicos, que habían proporcionado la inmortalidad, se infundió un sentido de culpabilidad a la procreación; fueron condenados los festivales de fertilidad, que habían proporcionado el vínculo entre la tierra y el espíritu. Cuando los sacerdotes separaron el cuerpo de los dioses, separaron al mismo tiempo lo divino de la naturaleza, creando así la escisión mente-cuerpo. El mundo se secularizó. Entonces los hombres volvían de la guerra si la posibilidad de limpiar la sangre de sus manos. No era la mujer en si misma la que era atacada, sino los dioses mismos a los que se exiliaba.Tal vez el mundo, tal como hemos llegado a conocerlo, impersonal, abstracto, frío, embrutecido, fue engendrado en esta división.
«En un universo sagrado, la prostituta es una mujer santa, una sacerdotisa. En un universo secular, la prostituta es una ramera. En esta distinción se encuentra la agonía de nuestras vidas…
Fragmentos del artículo de Deena Metzsger
coautora de SER MUJER. Ed. Kairos, Barcelona, 1993
Como mujer en proceso del recuerdo de mi verdadera naturaleza solo puedo decir que todo esto me produce una sensación interna placentera, sosegada, intensa, fresca y dulce como la miel.
A la vez, siento odio hacia todo aquello que sigue funcionando en contra de mi sensación pura, casi divina, hacia todo aquél que se interpuso y se interpone en la verdadera expresión humana, el patrón original soñado y diseñado para nosotros, como el soñado para un gato o un pájaro o cualquier otro animal no humano, el de una rosa.
¿Os habéis preguntado por qué los gatos se mueven libremente o las rosas brotan de los rosales de la manera en que lo hacen? Hay un plan divino para el desarrollo de la naturaleza, las distintas especies proliferan a la manera en que tiene que ser, ¿y los humanos? ¿Qué pasa con los humanos?
Desde luego, decir que hay una fuerza que interrumpe nuestro plan divino no es ninguna extravagancia en los tiempos que corren. Igual no hay una frase más coherente y razonable que ésta en toda la prensa de hoy, me atrevería a decir que no. Leer el Mito de Gaia, restaurado por John Lash a partir de las fuentes gnósticas, podría ser un buen principio para entender de qué se trata todo esto. Sin lugar a dudas, a mí me ha servido.
Además, comprometernos en nuestro día a día a luchar contra todo obstáculo sería una manera responsable de apoyar al recuerdo. La seguridad de lo que somos no puede venir peleada con la espontánea actividad del experimento, a la manera en que los niños experimentan con el juego, usando su verdadera y no su fantástica imaginación, los adultos debemos retomar la acción de la experimentación si es que queremos ayudarnos en ese arduo, aunque bello trabajo del recuerdo de lo que es uno mismo.
No es mi estilo abogar por la prostitución, ni mucho menos, quien sea que me conozca sabe que no es ese mi estilo y, por ello, me aventuro a expresarme aquí de la manera en que lo estoy haciendo. Tampoco me voy a defender por lo que digo, eso solo lo hacen los cobardes embusteros como los sacerdotes que eliminaron aquellos cultos de conexión natural que implicaban a las sacerdotisas que usaban su cuerpo de mujer para un uso sagrado. Aquellos que, para erradicar ciertas prácticas, idearon narrativas mentirosas con la intención de engañar y embaucar a la gente y utilizar sus posiciones de poder en su propio provecho.
No, el cuerpo de la mujer se utiliza para lo que la mujer desee, eso es así. Podríamos considerarlo una instrucción dakini, o simplemente, una genuina y auténtica realidad de nuestra verdadera naturaleza.
Seguramente, no todas las mujeres en Sumeria eran prostitutas sagradas, ni todas fueron madres, ni todas costureras o artistas o escritoras. Igual que no todas hoy nos dedicamos a lo mismo, ni mucho menos tenemos que seguir un solo y único modelo. No, cada mujer tiene su talento y ha de buscarlo, y si el tuyo es de “conectora sagrada”, aprovéchalo, disfrútalo, ejércelo, vívelo. Y si no lo es, sigue recordando conmigo.
RG