En la sociedad primitiva 5/7

De la Primera parte del libro Sexo y represión en la sociedad primitiva

Branislaw Malinowski

Capítulo 6
El aprendizaje de la vida

Entramos ahora en la tercera etapa de la niñez, comprendida entre los cinco y los siete años. En este periodo el niño empieza a sentirse independiente, a inventar sus propios juegos, a buscar compinches de la misma edad, con quienes tiende a vagabundear sin las trabas impuestas por los adultos. Esta es la época en que el juego pasa a ser una ocupación más definitiva y un interés vital más serio.

Malinowski en Melanesia 5

[…]

Entre los campesinos y las clases bajas [occidentales], el proceso de emancipación tiene lugar antes que en las clases altas, pero es similar en sus aspectos esenciales. Cuando la madre está profundamente apegada al hijo, y en especial al varón, puede llegar a sentir ciertos celos y resentimiento por esta emancipación, y a poner obstáculos en su camino. Esto, por lo general, solo da a la separación un carácter más doloroso y violento.

Los niños en las playas de coral del Pacífico Occidental muestran una tendencia similar. Aparece allí con mayor claridad aún, porque la ausencia de educación compulsiva y de toda disciplina estricta permite una mayor liberada de acción a las inclinaciones propias de la naturaleza infantil. En Melanesia, la madre no alienta resentimiento, celos o ansiedad frente a esta independencia del niño, y esto se debe a la falta de un interés educacional profundo entre madre e hijo. En esta etapa, los niños del archipiélago Trobriand empiezan a construir una pequeña comunidad juvenil centro de la comunidad mayor. Deambulan en pandilla, juegan en playas distantes o en lugares apartados de la selva, se unen a otras pequeñas comunidades de niños de aldeas vecinas, y aunque obedecen las órdenes de sus niños-líderes, son casi completamente independientes de la autoriadad de los mayores. Los padres nunca intentan detenerlos, interferirlos de alguna manera, sujetarlos a la rutina. Al principio, por supuesto, la familia mantiene aún considerable influencia sobre el niño, pero el proceso de emancipación avanza gradual y constantemente de una manera natural y libre.

[…]

¿Cuál es el rol del padre en Melanesia? Poco se necesita decir al respecto en esta etapa. Continúa amparando a los hijos, ayudándoles, enseñándoles lo que quieran y cuando quieran. Los niños, a decir verdad, están menos interesados en él en este momento, y en general prefieren a sus pequeños compañeros. Pero el padre está siempre presente como un consejero servicial, mitad compinche, mitad protector.

Sin embargo, en este periodo se introduce en la vida del varón o de la niña el principio de ley y la autoridad tribales, la represión y la prohibición de ciertas cosas deseables. Pero no es el padre quien representa la represión y la ley, sino una persona muy distinta: el hermano de la madre, el jefe masculino de la familia en una sociedad matriarcal. Es él quien ejerce realmente la potestas y hace amplio uso de ella.

Su autoridad es muy semejante a la del padre entre nosotros, pero no idéntica. En primer lugar, su influencia se hace sentir en la vida del niño mucho después que la del padre europeo. Además, nunca entra en la intimidad de la vida familiar, sino que vive en otra choza y frecuentemente en otra aldea; porque, siendo el casamiento patrilocal en las Trobriand, su hermana reside con sus hijos en la aldea del marido y padre. Así, su poder, ejercido a la distancia, no puede tornarse opresivo en los asuntos menudos que son justamente los más irritantes. Aporta a la vida del niño, varón o mujer, dos elementos: antes todo los del deber, la prohibición y la represión; y en segundo lugar, y especialmente en el varón, los elementos de la ambición, el orgullo y los valores sociales, que contribuyen en buena parte a que la vida sea digna de ser vivida para los trobriandeses. La represión aparece en cuanto comienza a dirigir las ocupaciones del niño, a exigirle ciertos servicios y a enseñarle algunas de las leyes y prohibiciones tribales. Muchas de ellas le han sido inculcadas ya por los padres, pero la sociedad le presentará siempre al kada (el hermano de la madre) como la verdadera autoridad detrás de las leyes.

El hermano de la madre le pide al niño de seis años que lo acompañe en una expedición, que comience algún trabajo en las huertas, que ayude en el transporte de granos. Al realizar estas actividades, en la aldea de su tío materno y junto con otros miembros de su clan, el niño aprende que está contribuyendo a la butura de su clan; empieza a sentir que ésta es su propia aldea y su propia gente, y a aprender las tradiciones, mitos y leyendas de su clan. El niño suele cooperar también con su padre y es interesante notar la diferencia en su actitud hacia los dos mayores. El padre sigue siendo su amigo íntimo; le gusta trabajar con él, ayudarlo y aprende de él; pero comprende cada vez más que esa cooperación se basa en la buena voluntad y no en la ley, y que, aunque el placer derivado de ella s constituye su propia recompensa, la gloria de esa cooperación queda en un clan de extraños. El niño ve también que su madre recibe órdenes de su hermano, le acepta favores, y lo trata con la mayor reverencia, rebajándose frente a él como un plebeyo frente a su jefe. Paulatinamente empieza a advertir que él es el sucesor de su tío materno y que también será señor de sus hermanas, de quienes ya lo separa un tabú social prohibiendo toda intimidad entre ellos.

El tío materno, igual que el padre entre nosotros, es idealizado ante el niño, y se lo presenta como la persona a quien hay que complacer y cuyo modelo hay que imitar en el futuro. Vemos así que la mayoría de los elementos aunque no todos, que hacen tan difícil el rol del padre en nuestra sociedad, quedan entre los melanesios en manos del hermano de la madre. Él tiene el poder y es idealizado, a él se someten los niños y la madre, mientras que al padre se lo alivia por completo de todas esas prerrogativas y características odiosas. Pero el hermano de la madre inicia al niño en ciertos elementos que dan a la vida más importancia, más interés y más atractivo: la ambición social, la gloria tradicional, el orgullo de su linaje y parentesco, promesas de futura riqueza, poder y estatus social.

Se advertirá que en la época en la que el niño europeo comienza a abrirse paso en nuestras complejas relaciones sociales, el niño o niña melanesio empieza a aprehender también el principio del parentesco, principal fundamento del orden social. Estos principios penetran en la intimidad de la vida familiar y reordenan el mundo social del niño, que hasta ese momento estaba compuesto por el extenso círculo de la familia, la familia más lejana, los vecinos y la comunidad aldeana. El niño sabe ahora que por encima y a través de estos grupos debe distinguir dos categorías fundamentales. Una de ellas la componen sus parientes verdaderos, sus veyola: en primer lugar, su madre, sus hermanos y hermanas, su tío materno y todos los parientes de éstos. Esta gente está hecha de la misma sustancia que él; son su “mismo cuerpo”. A los hombres debe obedecerlos, cooperar con ellos y ayudarlos en su trabajo, guerra y peleas personales. Las mujeres de su clan y de su familia le están estrictamente prohibidas sexualmente. La otra categoría social está compuesta de extraños o “extranjeros”, tomakava, o sea toda aquella gente no emparentada por lazos matrilineales, o que no pertenecen al clan. Pero este grupo comprende también al padre y sus familiares, tanto hombres como mujeres, y las mujeres con las cuales puede casarse, o con las que puede tener relaciones amorosas. Ahora bien, esta gente, y en especial el padre, mantiene con el niño una relación estrecha que la ley y la moral ignoran por completo. Tenemos así, de un lado, la conciencia de identidad y parentesco unida con las ambiciones sociales y el orgullo, pero también con la represión y la prohibición sexual; y, de otro lado, en la relación con el padre y sus familiares, libre amistad y sentimientos naturales, así como también libertad sexual, pero no identidad personal ni vínculos tradicionales.