La mujer en el amor cortés

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En mi búsqueda de la naturaleza de la supresión de lo femenino en la tradición judeocristiana topé con el tema del amor cortés y la leyenda artúrica. He de decir que jamás antes me interesaron estos cuentos de caballería ni me sentí atraída por las leyendas de los caballeros de la Mesa Redonda.

No hasta que comencé a investigar la verdadera esencia de lo femenino y de lo masculino. En mis lecturas encuentro que la figura de las mujeres es un elemento principal en la custodia del Grial, 25 mujeres flanquean la custodia del Grial, cifra que puede sorprender si analizamos la época en que se escribieron estas historias, la Edad Media, época en que la mayoría de los personajes femeninos se consideraban malvados, lujuriosos y corruptos. Sin embargo, las figuras femeninas que rodean a Parsifal, por ejemplo, todas aunque de una manera aparentemente secundaria, ayudan al caballero a la consecución de su fin. Es una mujer la que porta el Grial (Repanse de Schoye o la dispensadora de alegría).

La hermana de Parsifal, Sigune (su prima) y Cundrie (la hechicera de aspecto horrible) se manifiestan como guías espirituales para los caballeros cristianos en un mundo donde la mujer cae en dos categorías: la madre o la seductora. En realidad, las mujeres en esa época son juzgadas dependiendo de cómo los hombres las perciben, cosa que apesta a patriarcado. Sin embargo, en estos textos, la mujer se erige con cierto halo de independencia, oponiéndose a los efectos contaminadores de su propio género que permean la vida social de la época.

Es fascinante cómo los trovadores, en una época de represión de la verdadera sexualidad causada por la implantación de la doctrina cristiana enfocada en la negación de lo natural, lo carnal, de la Femineidad Sagrada y de la verdadera naturaleza del hombre y de la mujer, lograron elaborar un discurso «cristiano» en el que permearon los antiguos y denostados valores paganos de la sociedad matriarcal basada en un vínculo real con la tierra.

Dice John Lash en su ensayo Sacred Love, Sacred Light, que podéis encontrar en metahistory.org, que el amor cortés hace hincapié en el carácter negativo del «amor no correspondido» pero John, que ha estudiado el tema con gran profundidad, propone una corrección a la interpretación que los eruditos dan de este tipo de amor. John habla del amor no correspondido como el amor que no necesita ser correspondido, un amor que transforma al amante independientemente de cómo esto afecta a la persona amada. Suena bien. Desde luego, si retiramos de las connotaciones del amor el «sufrimiento» que el judeocristianismo le ha añadido, el amor, como bien dice Lash, «puede convertirse en una fuerza transformadora que humanizó el mundo europeo en la Edad Media. La religión cristiana obligó a la separación de la sexualidad y la espiritualidad para conseguir la salvación del alma, pero el amor cortés desafió este tabú.

Es curioso porque, como apunta Lash, las verdaderas raíces del amor cortés están localizadas en la lejana Asia a través del Tantrismo, pero vienen a Occidente a través de lo que él denomina la conexión Sufí en mi tierra, Andalucía, donde Abenarabi  (nacido en Murcia (la tierra de JM) escribió Antar en el s. XII. En su obra, Abenarabi habla de eros, el deseo y la frontera entre la consciencia erótica y mística. Por supuesto, fue perseguido como hereje. Lo mismo le ocurrió a Godofredo de Estrasburgo, autor de Tristán e Isolda.

Dice Lash: «La idea de que el amor carnal es una fuerza religiosa superior a cualquier religión es la mayor herejía de este planeta, por no mencionar el mayor desafío a la Mentira Paternal».

Y, analizando la imagen que encabeza este ensayo, una se pregunta: ¿Qué pasaba por la mente y el cuerpo de los hombres en esa época al ver a esas mujeres tocar la flauta, bailar, haciendo alarde de su sensualidad? Imagino que, a pesar de la censura social de las creencias y la falsa identidad en la que se basaba la vida de entonces como la de ahora, un hombre sentiría su impulso natural de igual manera que una mujer. A Sophia le gustan las probabilidades bajas, eso está claro. Entonces, como ahora, la información sigue ahí, en nuestra endopsique, en la mente de Sophia, la coges o la dejas, aprendes a recibirla o pasa de largo, la buscas o se esfuma en la neblina de tu vorágine en la vida. Solo unos pocos parecen conectar con esto y yo escribo con el deseo de que cada vez más gente pueda acceder a esta información y con el placer que me aporta reconectarme con la fuente, conmigo misma, con mi pareja, con la humanidad que hay en nosotros.

En Kurukulla, a 24 de diciembre de 2015.

RG