En la sociedad primitiva 3/7

De la Primera parte del libro Sexo y represión en la sociedad primitiva

Branislaw Malinowski

Capítulo 4
Paternidad en el derecho materno

El rol del padre melanesio en esta etapa [desde el nacimiento hasta el destete] es muy diferente del rol del patriarca europeo. En los capítulos anteriores esbocé su posición social de marido y padre (muy distinta de la europea), y el papel que desempeña en el hogar. No es el jefe de familia, no transmite el linaje a sus hijos, ni es el principal proveedor de alimentos. Esto transforma radicalmente sus derechos legales y su actitud personal hacia su esposa. Un hombre trobriandés rara vez pelea con su mujer, casi nunca intenta maltratarla, y jamás puede ejercer una tiranía permanente. Incluso la ley y la usanza nativas no consideran la cohabitación sexual como deber de la mujer y privilegio del marido, como ocurre en nuestra sociedad. Los nativos trobriandeses asumen el punto de vista tradicional según el cual el marido está en deuda con su mujer por sus servicios sexuales y debe merecerlos y pagar por ellos. Una de las formas -en realidad la principal- de cumplir este deber es atender a sus hijos y demostrarles afecto. Hay muchos dichos nativos referidos a estos principios que constituyen una especie de folklore libre. En la influencia del hijo, el marido fue la niñera, tierna y cariñosa; luego, en la niñez temprana, juega con él, lo lleva consigo y le enseña todos aquellos juegos y entretenimientos que puedan antojársele al niño.

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De esta manera la tradición legal, moral y consuetudinaria de la tribu, y todas las fuerzas de la organización se combinan para determinar, en el rol conyugal y paterno del hombre, una actitud radicalmente distinta de la del patriarca. Y, aunque hay que definirlo en forma abstracta no se trata de  ninguna manera de un mero principio legal, separado de la vida. Esa actitud se manifiesta en cada detalle de la existencia diaria, tiñe todas las relaciones de la familia y domina todos los sentimientos allí presentes. Los niños no ven nunca a su madre sojuzgada o maltratada, o en abyecta dependencia del marido, ni siquiera cuando es una plebeya casad con un jefe. Nunca sienten el peso de su mano; el padre no es ni su pariente, ni su dueño, ni su benefactor. No tiene derechos ni prerrogativas. Y sin embargo él siente, como todo padre normal del cualquier parte del mundo, un fuerte afecto por sus hijos; lo cual, junto con sus deberes tradicionales, hace que trate de ganar su amor para retener así su influencia sobre ellos.

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